Por violencia psico-emocional

Ni en mi cumpleaños me han felicitado tanto como ahora que obtuve justicia. El pasado 10 de abril del presente el Tribunal de Procesos Penales de la Ciudad de México, dictó sentencia condenatoria en contra de mi expareja, Alfredo Jiménez Trujillo, por haberlo encontrado culpable de la comisión del delito de violencia familiar en mi contra, en su modalidad psico-emocional, imponiéndole dicho tribunal una penalidad de 1 año 3 meses y 22 días de prisión.

Con una fuerza que sólo las mujeres sobrevivientes de violencia conocemos, más la capacidad legal y vehemencia de mis asesores jurídicos: Jorge Luis Martínez Ocampo, Marco Antonio Chávez Vaca y Jesús Christopher Contreras Cabrera, quienes me asistieron desde el inicio de mi denuncia, hace cuatro años  se obtuvo, además de la pena de prisión,  la extensión de las medidas de protección impuestas para la protección de víctimas de violencia por el tiempo que dure la pena hacia mi persona y hacia los testigos.

Cabe aclarar que en general la ley quita las medidas de protección en cuanto se emite una sentencia, pero en esta ocasión el Juez decidió que continuaran ya que mi destino de hoy en adelante es una vida libre de violencia, a la que todas tenemos derecho.

Las mujeres que sufrimos violencia somos rehenes en manos de corazones que no saben amar. Hombres que creen que es correcto y normal tratarnos de esa forma porque somos el género femenino. Relaciones en la que agradeces que le pegó a la pared y no a ti, mientras le compras la historia de que él te hace el favor de “amarte”. Pero el pasado 10 de abril la dura realidad que paralizaba mi autoestima, y la cual tuvimos que demostrar ante el tribunal porque nadie creía lo que viví, se detuvo, regalándome la libertad de ser una mujer viva y libre de violencia al escuchar al Tribunal de Procesos Penales de la CDMX, decir que Alfredo Jiménez Trujillo quedará incluido en el Registro de Ofensores para fines de seguimiento y no ejercer nuevamente ningún tipo de violencia.

Si yo me sorprendí, tanto como supongo están sorprendidos ustedes al saber que existe este registro que es como consultar el buró de crédito, salvo que esta consulta podría en un futuro salvar la vida de otras mujeres.  Por eso, en la segunda parte de mi libro: “Ya denuncié violencia… ¿qué sigue? Parte 2”, narró cómo se consulta y cuánto tiempo la ley contempla que deberá estar incluido un ofensor en este registro.  Así como todos los detalles de lo que sucede después de la vinculación a proceso (que es el final del libro 1), el papel que juega el Ministerio Público durante el juicio y la importancia de asistir a todas las audiencias, entre otras situaciones legales.

Rompernos sin hacer ruido es la habilidad de la mujer violentada, y la denuncia es lo que nos ayuda a dejar de quebrarnos. Somos lo que va quedando de nosotras después de cada episodio de celos, de humillación y control. La violencia hacia la mujer es machista pero la justicia es feminista; tanto que contempla la obligatoriedad de que mi expareja acuda a un tratamiento psicológico especializado.

No podemos olvidar que vivimos en un país en el cual diario once hombres se convierten en asesinos de una mujer, así que obtener justicia del sistema legal, como me pasó a mí, es la excepción, pero no es imposible, ya que la peor derrota sería pensar que no mereces salir de ahí viva. Rehusémonos a que, por ser mujeres, nos volvamos una estadística. Las mujeres somos personas, no somos un expediente. ¡Denunciemos juntas y juntas obtengamos justicia! Ni una más.

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